Es sin duda uno de los lugares que nos place visitar, por su clientela, calidad de productos, buena bodega de vinos y perfecta atención teniendo en cuenta el especial sentido del humor de Antonio. Pero a mí personalmente me gusta mucho elevar mis niveles de colesterol en la tasca Calabaza.
El local lo adquirió Antonio Martínez Teruel en el año 1932, siendo una taberna regentada por un matrimonio sin hijos, que lo atendió con su esposa la Maña Pepa en la cocina. Este matrimonio tuvo cuatro hijos: Antonio, Pepe, Juan José y Paula, y a la muerte del cabeza de familia se hizo cargo del negocio su hijo José Martínez Martínez, apodado el Calabaza, de donde viene su nombre, aunque no sé bien si fue Pepe quien se lo puso o la gente por la propia inercia del apodo como es natural en el pueblo. Hombre de buen gusto, daba a sus clientes las mejores calidades del mercado y eso le hizo ganar justa fama hasta quedarse pequeño el local. Cuando se casó con Eugenia Izquierdo Solano encontró además de la mujer ideal y madre de sus hijos, la perfecta cocinera para las tapas de su negocio.
La bella Eugenia cocinaba magistralmente y los clientes repetían a diario sus tortas de bacalao, los huevos rebozados, los calamares a la romana y muchas delicias más que fueron gratamente acogidas por su clientela que cada vez, al arrullo de las tapas y la calidad de sus caldos, aumentaba en cantidad y calidad.
La casa era vieja y el negocio se podía permitir el lujo de hacer una nueva en el mismo lugar, razón por la cual adquirió un local en la misma calle, donde ahora hay una entidad bancaria en 1975, donde montó un bar moderno y amplio. El local era espacioso y se puso de moda por los motivos que ya conocemos, las calidades de su cocina y el agrado de Pepe en la barra. Ya allí se incorporaron sus hijos para poder atender la larga barra que normalmente estaba llena de gente a la hora de los almuerzos y los aperitivos.
Acabada su casa y por insistencia de sus hijos, en el bajo instaló una taberna moderna, si no grande sí suficientemente cómoda, y regresó con sus ellos a su primitivo lugar, que es donde hoy se encuentra. Fallecidos Pepe y Eugenia, son sus hijos Antonio y Pepe (Pepito es el nombre cariñoso con el que todos lo llamamos) los que se hacen cargo del negocio que siguió con las premisas con las que se creó.
Siempre tiene este establecimiento un excelente jamón, queso difícil de mejorar, sobrasadas de varios tipos, morcones y, en definitiva, los más exquisitos productos que genera el feo pero sabroso de los animales: el cerdo. Su bodega no es larga, pero tiene una muy buena selección en blancos y tintos que hacen que merezca la pena pasarse por allí.
Cuando yo estaba poco tiempo en Totana, encontré una mañana a un amigo de Murcia, Paco Botía, Procurador de los Tribunales y aficionado al buen yantar. Nos saludamos y me llevó a almorzar al Calabaza diciendo que cada vez que tenía un asunto en un juzgado de la localidad aprovechaba para darse un festival en la tasca.
Es a día de hoy un lugar agradable, con exquisitas calidades y en el que es fácil encontrar personas de fuera, como yo ha coincidido con famosos futbolistas, toreros e incluso con el gran cocinero vasco Martín Berasategui. Gente que sabe comer y beber.
Juan Ruiz García